Slop
Y mientras, nuestra biblioteca de Alejandría —Internet— arde. La gente se pierde en sus pasillos humeantes, entre contenido basura y la homogeneización del Big Tech. Una tragedia a largo plazo.
Slop es una palabra que proviene del inglés, conjugada del término -sloppe o -slyppe (excremento), y suele referirse a una substancia desagradable: lodo, comida medio líquida, excrementos u otros residuos pastosos. Sin embargo, desde hace unos años este término se ha empezado a referir en el contexto tecnológico, como término despectivo al contenido generado por Inteligencia Artificial.
Como mucho sabéis, me dedico a esto de la IA profesionalmente y es una sensación extraña la de ver todo esto desde fuera. No es secreto que desde muchos sectores del mundo, particularmente del mundo digital, no son pocas las voces que condenan esta nueva tecnología, con más o menos tino. Muchas de las críticas tienen poco fundamento, o un fundamento que nace del desconocimiento técnico. Sin embargo, la del slop es inequívoca, para cualquier persona que se mueva por los rincones del ciberespacio es obvio que hay un problema. Cada vez es más difícil navegar por este mar empozado de lodo digital. Hemos vinculado nuestras vidas a Internet: compramos y leemos, nos relacionamos y pasamos la mayoría de nuestro tiempo ahí. En parte ha hecho todo más fácil, accesible, libre. Pero ahora dependemos de ello, ahora el slop, malade imaginaire del ciberespacio, extiende sus tentáculos hacia la realidad, llenando nuestras estanterías de libros de contenido engañoso[1], degradando nuestras publicaciones científicas[2], y seduciéndonos con bots cibernéticos[3].
En Facebook, páginas enigmáticas publican imágenes perturbadoras de niños mutilados y Jesucristos alienígenas; en Twitter, miles de bots se agrupan, tuiteando alegre y solidariamente banalidades incoherentes entre sí; en Spotify, redes de artistas de country y electrónica sospechosamente similares y totalmente imaginarios saturan las listas de reproducción con canciones extrañas y sin vida; en Kindle, libros mediocres con títulos forzados y llenos de errores (La Búsqueda Hechizada: El Peligroso Viaje De Estudiantes Para Corregir Su Error) se anuncian en las pantallas de bloqueo inactivas con ilustraciones inquietantemente insípidas[4].
Pero decir que esto es algo nuevo sería mentira. La Inteligencia Artificial no crea problemas per se, acelera los problemas ya existentes. El machismo y racismo que exhibe[5] los hereda de los miembros de nuestra sociedad, los problemas económicos que causa son una extensión del offshoring[6], los productos de mala calidad que engendra ya inundaban nuestras estanterías[7].
Con el slop pasa lo mismo. Aunque la memoria sea corta, no es difícil recordar la era del clickbait, las granjas de contenido regurgitando blogs cansinos y optimizando el SEO para salir en la primera página de Google. No hace tanto. Conozco periodistas que para sacar un artículo en condiciones les obligaban a hacer tres sobre recetas de aguacate o consejos para perder peso. La IA solo ha acelerado el problema, haciendo más fácil generar toneladas de contenido basura, de slop. Pero el problema viene de antes. El problema viene de los propios sistemas de recomendación de contenido, que buscan solo fomentar el engagement, el número de clicks y visualizaciones, sin importar la calidad del contenido. Bienvenidos a la “lotería algorítmica”. Cada vez que publicas algo en redes tienes una pequeña probabilidad de que se haga viral, por lo que generar ingentes cantidades de contenido tiene su recompensa a la larga, aunque el contenido sea pésimo. Cientos de canales de grifters recomiendan la creación masiva de slop como manera para ganar dinero rápido.
El slop secuestra nuestros sentidos, es un meme[8] parasitario que se reproduce gracias a la interacción social, superestimula nuestros sentidos[9] —igual que la comida basura o el porno— ofreciéndonos una fuente de contenido continuo: sorpresas, enfados, alegrías… un círculo de emociones constante, cinco segundos por video, una comida que llena pero no sacia. Todos lo hemos vivido, la facilidad de abrir las redes y dejarse absorber por el abismo, especialmente después de 8h de trabajo cuando apenas nos queda energía. Las horas pasan en stasis, un trance que luego no recordamos pero que nos enfurece y radicaliza de manera invisible.
Y mientras, nuestra biblioteca de Alejandría —Internet— arde. La gente se pierde en sus pasillos humeantes, entre contenido basura y la homogeneización del Big Tech. Vivimos una tragedia a largo plazo. Cada día la búsqueda funciona un poco peor[10], el contenido es más deshonesto, desaparecen páginas de culto y subcomunidades sepultados bajo toneladas de slop. Es nuestro deber, creo, como generación que ha nacido con esta gran biblioteca al alcance de nuestra mano, tratar de salvarla. Yo tiro de gremio. Llevo los últimos meses creando un modelo de IA que clasifique y filtre el slop, para intentar ralentizar el incansable avance de las llamas. Es poco, falla bastante y es fácil de bypassear con un poco de esfuerzo, pero es mejor que nada. Un pequeño cubo de agua.